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Yayo el Indio nació en Juana Díaz, Puerto Rico, el 18 de marzo de 1920

Yayo el Indio nació en Juana Díaz, Puerto Rico, el 18 de marzo de 1920

Yayo el Indio

La voz de Yayo El Indio es considerada una de las más potentes, afinadas, emotivas y varoniles en la historia de la canción antillana. Estas facultades le permitieron brillar como intérprete de la mayoría de los ritmos caribeños: desde el romántico bolero y la pimentosa guaracha, hasta otros tan disímiles como el merengue, el calipso, la plena y, naturalmente, la salsa. Este gran cantante nuestro pasó a la historia como, posiblemente, el que con más orquestas famosas trabajó. Además, el que por más largo tiempo integró la plantilla de la legendaria Sonora Matancera.

Como músico fue, básicamente, intuitivo. Sus padres se dedicaban a la sastrería. Cuando contaba seis años, fue a vivir al barrio Villa Francisca, de Santo Domingo, de donde era originario su progenitor. Éste era guitarrista y cantante aficionado. Como es lógico suponer, se convirtió también en su primera influencia. Providencialmente, el célebre barítono Eduardo Brito fue a vivir justo al lado del hogar donde se había establecido su familia. Y, por tanto, éste no reparó en estimular al entonces niño de ocho años, que ya evidenciaba disposición y facultades para el Canto.

En 1935, siendo entonces un quinceañero, Yayo El Indio regresó a Puerto Rico. Poco después (1936) emprendió su trayectoria artística incorporándose a la Orquesta Pilot, que mantenía su sede en Ponce, De esta organización, en la que compartía las vocalizaciones con la todavía adolescente Ruth Fernández, pasó al Conjunto New Hits, en 1938. Su nombre, empero, comenzó a cobrar trascendencia a nivel nacional a raíz de haber sido seleccionado por el maestro Julio Alvarado para ocupar la vacante dejada por Alfonso Gómez «Fatty» – fallecido trágicamente – en la Orquesta Casino de Ponce, en 1941. Fue con esta organización que, precisamente poco después de su ingreso, grabó por primera vez, habiendo registrado para la historia el bolero “Bésame otra vez”.

En 1943 – ilusionado y determinado a abrirse más amplios horizontes en el ambiente artístico – marchó a Nueva York, donde se desarrollaba un ambiente artístico muy intenso. En esta plaza Yayo El Indio pronto se integró al excelente quinteto del trompetista ponceño Celso Vega. Por mediación el estelar cantante y compositor Johnny Rodríguez, este grupo fue contratado por la Cadena de las Américas – una fusión de las poderosas redes radiales norteamericanas CBS y NBC – que crearon una programación musical especial para los públicos de Hispanoamérica y los soldados hispanos asignados a los frentes de batalla en Europa. Aquella experiencia brindó a Yayo la oportunidad de compartir con figuras del calibre de Juan Arvizu, Néstor Mesta Chayres, Ramón Armengod, Eva Garza y otros grandes baluartes de la canción mexicana en un programa llamado “El buen vecino”.

La popularidad alcanzada a través de aquellas emisiones, que concluyeron tras el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945, le sirvió de pasaporte hacia los más exclusivos cabarets y principales teatros de la plaza neoyorkina, los cuales recorrió con el grupo encabezado por Vega. También, de importantes escenarios de La Habana que, conjuntamente con Nueva York y Ciudad de México, completaba la trilogía de grandes mecas artísticas de América. El quinteto de Celso Vega permaneció dos años (1946-1948) en la capital cubana cosechando triunfos en la radio, teatros de variedades y centros nocturnos. De aquella época databa su amistad con los miembros de la Sonora Matancera.

En 1948, Yayo El Indio regresó a Nueva York, contratado por el empresario Mundito Medina – también reconocido compositor – para actuar como solista en los espectáculos que presentaba en el Teatro Hispano, acompañado por la orquesta del flautista cubano Alberto Socarrás. En lo sucesivo, trabajaría indistintamente como tal y/o integrando diversas orquestas y conjuntos. A menudo relataba que, cierta noche de 1949, Miguelito Valdés le pidió que lo acompañara durante sus presentaciones en el cabaret Havana-Madrid reforzando el coro, ya que los vocalistas norteamericanos que lo secundaban en aquel compromiso eran pésimos pronunciando el idioma español. Tan poderosa se escuchó su voz realizando aquella encomienda, que el legendario «Mister Babalú» lo reclamó en múltiples oportunidades para ese trabajo y, más aun, lo recomendó a los productores discográficos. El resultado es conocido por todos los salsómanos de la mata: Yayo El Indio se convirtió en el corista por excelencia en las grabaciones de música antillana realizadas en Nueva York y Puerto Rico. Posiblemente, haya sido el vocalista que en mayor cantidad de producciones discográficas – mucho más de mil “con todo el mundo” – intervino integrando los coros. Tan sólo sus compatriotas Elliot Romero y Chivirico Dávila, así como el cubano Marcelino Guerra, pudieron aproximarse a su récord. Precisamente en 1949 formó su primera agrupación: un combo frente al que actuó fijo en el Broadway Casino.

En 1950 Yayo El Indio se sumó a la nómina de la orquesta de planta del concurrido Club Caborrojeño, dirigida por su compatriota, el trompetista Roberto “Tito” Mendoza. Paralelamente a su desempeño con esta organización, en 1952 se unió al nuevo Cuarteto Flores, en el que formó dueto con Chago Alvarado – a la sazón, también pilar del Trío San Juan –, habiendo grabado, entre otras selecciones, los boleros Veleidosa y Mañana es domingo, originales de don Pedro. Poco después organizó una pequeña orquesta a la que estampó el nombre de Yayo El Indio y Sus Caciques. Frente a este colectivo recorrió todos los salones de baile importantes de la plaza neoyorquina, así como los más concurridos en las ciudades aledañas. Sin embargo, el local donde más trabajó fue el ya mencionado Club Caborrojeño. Curiosamente, aunque dicho grupo se mantuvo activo durante doce años, en el interín Yayo figuró en otras bandas, colaboró en calidad de invitado en grabaciones de cuartetos, sextetos y combos y grabó como solista. Durante el período 1956-1959, por ejemplo, junto a Vitín Avilés fue corista permanente de la súper orquesta de Tito Rodríguez. En 1959, encabezando su conjunto, alternó con la Sonora Matancera en la mayoría de los bailes que esta amenizara durante su visita a Nueva York.

En 1960 volvió a Santo Domingo para trabajar con la Súper Orquesta San José, dirigida por Ramón Antonio «Papa» Molina. Esta famosa agrupación lo acompañó en varias grabaciones, algunas de las cuales se convirtieron en resonantes exitazos. Sobre todo, los boleros Malcriada (de Facundo Rivero) y Aquella risa loca (de Samuel Herrero).

Pedro Flores volvió a reclutarlo en 1963 para agotar la que sería su última temporada de actuaciones con su Cuarteto Flores. Esta se realizó en Ciudad de México. Tan fructífera resultó su estadía en la tierra azteca, que la estadía se prolongó casi un año, habiéndose presentado en cabarets, teatros de revistas y programas de televisión. Culminado aquel compromiso, retornó a Puerto Rico (1964). Pronto se integró a la plantilla de Lito Peña & Orquesta Panamericana. Con esta organización se anotó grandes éxitos. Especialmente, estrenando tres bolerazos del talentosísimo Héctor Urdaneta: Cosas de la vida y Vagabundo (Mar-Vela, 1961) y Melodía (Gema, 1965), más el titulado La pared, de Roberto Angleró que también estrenó y alcanzó categoría de clásico (Gema, 1964). En 1968 volvió a México, esta vez en calidad de solista, anotándose nuevos triunfos con sus presentaciones en el Teatro Blanquita, centros nocturnos y televisión.

Exactamente el 21 de enero de 1971 Yayo El Indio emprendió la que sería más prolongada y significativa pasantía por una orquesta desde que inició su carrera, reemplazando a Justo Betancourt en la legendaria Sonora Matancera. Esta etapa abarcó la friolera de 23 años y siete meses, habiendo sido el vocalista que más tiempo duró en las filas de esta institución musical cubana, a excepción de Carlos Manuel «Caíto» Díaz, el casi eterno corista y maraquero de la Sonora. Esta etapa culminó en agosto de 1994, cuando cansado de tanto viajar decidió quedarse definitivamente en su patria. Sin contar las grabaciones en que su intervención se limita a los coros, Yayo El Indio vocaliza 44 piezas en la discografía de este irrepetible conjunto. Al mes siguiente de su salida, encontró acomodo en la Orquesta César Concepción que, en el Hotel Caribe Hilton, mantenía el abogado Nicolás Nogueras Cartagena. Trabajó con esta organización hasta 1997.

Resulta tarea imposible determinar con exactitud las fechas en que Yayo El Indio se envolvió en determinados proyectos y realizó muchísimas de sus grabaciones. Esto es así debido a que hubo etapas en que grababa como solista y mantenía orquesta propia, pero a la vez era vocalista habitual en otras con las que también grababa. En no pocos casos, como en el de la Panamericana de Lito Peña y la banda de Tito Puente, sus pasantías por ciertas orquestas eran intermitentes. O sea, entraba, salía, regresaba y, en el interín, trabajaba con otras agrupaciones.

Por otro lado, en gran número de las grabaciones en que tuvo parte destacada no recibió crédito, o tuvieron escasa distribución, perdiéndose en la oscuridad del olvido. Igualmente, durante sus varias etapas en Nueva York participó en grabaciones con conjuntos venezolanos, colombianos, ecuatorianos y peruanos, exclusivamente para mercados de Sudamérica. Y hasta el propio Yayo olvidó los nombres de muchos de aquellos colectivos.

Yayo El Indio falleció en su hogar, en Nueva York, el 13 de diciembre de 2000, a consecuencia de un infarto cardíaco. Sus restos fueron trasladados a Puerto Rico y sepultados en el Cementerio del Viejo San Juan.

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Date: 18 March 2022